Se sabe que, aproximadamente, el 17 por ciento de los humanos mueren de cáncer, pero menos del cinco por ciento de los elefantes en cautividad, que también viven alrededor de 70 años y tienen aproximadamente 100 veces más células potencialmente cancerígenas que los humanos, mueren a causa de la enfermedad.
Hace tres años, los equipos de investigación de la Universidad de Chicago y la Universidad de Utah, que trabajan por separado, comenzaron a desentrañar por qué. Sabían que los humanos, como todos los demás animales, tienen una copia del gen supresor tumoral principal denominado p53. Este gen permite –en humanos y elefantes- reconocer el daño irreparable del ADN, un precursor del cáncer, para luego provocar la muerte de esas células dañadas.
Inesperadamente, sin embargo, los investigadores encontraron que los elefantes tienen 20 copias del mencionado gen. Esto hace que sus células sean significativamente más sensibles al ADN dañado y más rápido para participar en el suicidio celular.
En el número del 14 de agosto de 2018 de la revista Cell Reports , el equipo de la Universidad de Chicago describe un segundo elemento de este proceso: un gen contra el cáncer que regresó de la muerte.
Los científicos saben que los genes se duplican todo el tiempo y que, a veces, durante este proceso, cometen errores: producen versiones no funcionales conocidas como pseudogenes. A los cuales suelen llamarlos genes muertos.
Mientras estudiaban el gen p53 en elefantes, sin embargo, encontraron un antiguo pseudogen llamado factor inhibidor de la leucemia 6 (LIF6) que, de alguna manera, había evolucionado para convertirse en un nuevo interruptor. LIF6, que regresó de la muerte convertido en un valioso gen funcional. Su función, cuando es activada por p53, es responder ante el ADN dañado matando la célula. El gen LIF6 produce una proteína que va con bastante rapidez a la mitocondria, la principal fuente de energía de la célula; le hace agujeros causándole la muerte de la célula. Por lo tanto, el gen zombie es beneficioso porque actúa en respuesta a errores genéticos, errores cometidos cuando se repara el ADN, con cuya acción se logra prevenir un la aparición del cáncer.
Los elefantes tienen ocho genes LIF, pero solo se sabe que LIF6 es funcional. Aunque fue descrito recientemente, parece haber estado ayudando a los elefantes y sus parientes durante mucho tiempo.
Considerando el mecanismo de la evolución, los científicos consideran que se podría descubrir cuándo este gen desaparecido volvió a funcionar. Sugieren que podría haber surgido alrededor de la época en que, según el registro fósil, los pequeños precursores de los elefantes actuales que eran del tamaño de una marmota, comenzaron a crecer. Esto se produjo hace unos 25 a 30 millones de años. Este método complementario para suprimir el cáncer puede haber sido un elemento clave que permitió el crecimiento enorme, que finalmente, condujo hacia los elefantes modernos.
Los investigadores también resaltaron que hay beneficios significativos y duraderos por ser enorme. Los animales pequeños como ratones, ardillas, marmotas, son comidos todo el tiempo, principalmente por animales más grandes. Pero si eres enorme, como un elefante o una ballena nadie se mete contigo, indicaron.
Sin embargo, hay compensaciones, observaron. Los animales más grandes tienen muchas más células y tienden a vivir más tiempo, lo que significa más tiempo y oportunidades para acumular mutaciones causantes de cáncer. Cuando esas células se dividen, su ADN hace copias de sí mismo. Pero esas copias no coinciden con el original. Se cuelan errores y el proceso de reparación no es capaz de estar al día.
De esta observación sospechan de que los animales grandes y longevos deben haber desarrollado mecanismos robustos para suprimir o eliminar las células cancerosas a fin de vivir tanto tiempo como lo hacen, y alcanzar su tamaño adulto. Por lo tanto, estos enormes animales tienen mayores probabilidades de desarrollar células cancerosas.
Esto también puede suceder en una escala más pequeña, sugirieron. Los humanos más altos, por ejemplo, tienen una incidencia ligeramente mayor a desarrollar varios tipos de cáncer que las personas de tamaño promedio, y las personas más bajas tienden a tener un riesgo reducido de esos cánceres.
El gen LIF6, sugieren los autores del estudio, fue reanimado en algún momento, antes de que existieran demandas para mantener un cuerpo más grande. Ayudó a permitir el crecimiento de animales que eran del tamaño de una marmota de 3 kilos a criaturas majestuosas que pueden pesar más de 7,000 kilos.
A pesar de todo, hay muchas cosas más por conocer sobre el LIF6. Este será el foco de los estudios futuros.
El estudio ha sido publicado en la revista Cells Reports.
Nota elaborada con información de PHYS.org