Cambio climático implicado en la descomposición de las momias más antiguas del mundo

Los Chinchorro, un pueblo de cazadores-recolectores, que vivió a lo largo de la costa de lo que hoy es Perú y Chile, comenzaron a momificar, por lo menos, mil años antes que los egipcios. Desarrollaron muy elaborados métodos para momificar no sólo a personas de sus élites sino también casi a todos los miembros de su comunidad. Hombres, mujeres, niños, e incluso los fetos nonatos, de todos los estratos sociales, recibían similar tratamiento.

La datación por radiocarbono determinó que este pueblo comenzó su práctica hace como 5050 años ac, razón por la cual se consideran las momias artificiales más antiguas del mundo. Sin embargo, luego de tanto tiempo de mantenerse intactos, los conservadores chilenos han empezado a notar que durante la última década, han comenzado a degradarse rápidamente.

Esta constatación les ha impulsado a buscar las causas de este proceso con el fin de implementar acciones para detener su deterioro.

Cerca de 120 momias de los Chinchorro están alojados en la colección del Museo Arqueológico de Arica de la Universidad de Tarapacá, Chile. En ese recinto notaron que las momias estaban comenzando a degradarse visiblemente a un ritmo alarmante. Algunas de ellas se estaban convirtiendo en, literalmente, cieno negro.

En su búsqueda de soluciones recurrieron a expertos de Europa y Norteamérica y contactaron a investigadores como Ralph Mitchell, experto en microbiología ambiental, quien trabajó investigando el proceso de degradación de manuscritos históricos, de las paredes de la tumba del rey Tutankamón así como los trajes espaciales de Apolo.

Los Chinchorro momificaban los cuerpos en un proceso nada sencillo. Primero extraían el cerebro y los órganos, y luego lo reconstruían con fibra, llenaban la cavidad del cráneo con paja o ceniza, y usaban cañas para conecta la mandíbula al cráneo. Un palo mantenía la columna recta y atado al cráneo. El embalsamador restauraba la piel y a veces utilizaba un parche en el cadáver usando piel de lobos marinos y otros animales. Finalmente, la momia era cubierta de una pasta. El color de esta pasta ayudó a los arqueólogos a determinar la época en la que fueron momificados. Los que tenían más de 3.000 años presentaban una sustancia negra hecha de manganeso; posteriormente se utilizan el rojo que se hacía de ocre. Luego, los más recientes, se hacían con barro marrón.

El equipo de investigación trabajó en laboratorio con muestras de piel que se degradaban y en buen estado obtenidas de la colección del museo. Encontraron que la degradación era microbiana. Luego se abocaron a identificar qué tipo de microbios eran los responsables. Si procedían del microbioma de la piel o no. Así, aislaron microbios presentes en las muestras, tanto de la piel que se degradaba y la que no se sufría tal deterioro. En el proceso, debido a que disponían de pocas muestras, tuvieron que utilizar un sustituto con el cual realizar el cultivo de los microorganismos en el laboratorio y ponerlas a prueba para ver lo que sucedía cuando las muestras fueron expuestas a diferentes niveles de humedad.

Con este estudio lograron confirmar que la humedad elevada en el aire provoca los daños en la piel. Este hallazgo se relacionó con algo que los investigadores ya habían notado anteriormente: el aumento de los niveles de humedad en la zona de Arica donde se encuentra el museo. Esto es debido al impacto del cambio climático. El rango de humedad ideal para la conservación de las momias en el museo es entre 40 y 60 por ciento. Cualquier degradación superior o acidificación inferior las puede afectar, sostienen los conservadores. Esto es lo que está sucediendo. Los investigadores también están tratando de realizar pruebas sobre el impacto de la temperatura y la luz.

Si bien, estos resultados ayudarán al personal del museo a afinar la temperatura, la humedad y los niveles de luz para preservar las momias de su extensa colección, para el profesor Mitchell, existe todavía una preocupación mayor.

En la superficie de arena de los valles de la región existen todavía cientos de momias enterradas, las cuales se descubren durante proyectos de construcción y obras públicas. El aumento de los niveles de humedad en dicha zona puede hacer que se degraden las momias no recuperadas. Esto es lo que preocupa a Michell quien ahora se pregunta ¿Hay una respuesta científica para proteger estos importantes objetos históricos de los efectos devastadores del cambio climático?