Al rescate de la ternura: visita al centro de rescate del manatí amazónico

No hay manera de que estos animales les puedan hacer daño alguno, fue la acotación del guía. Son dóciles, amigables y tiernos, comentó mientras caminábamos hacia los estanques que albergan los manatíes o vacas marinas, como lo llaman en la zona.

Parece que nos maldecían por haberlos cortado sus alas

En el camino, encontramos otros especímenes que estaban en tratamiento. Una pareja de guacamayos, bulliciosos y curiosos, observan a los visitantes; sin quitarnos la vista de encima, parloteaban fluidamente, quizás maldiciéndonos por haberlos cortado sus alas o rogando que les vuelvan a crecer para acometer la venganza. Cómo discutían o nos insultaban talvez. El loro que habla mucho, siempre nos deja con este tipo de sospechas.

¿A quién diablos se le ocurre tener como mascota a un cocodrilo?

Más adelante, llegamos a un estanque que albergaba, además de diversos tipos de peces y un par de formidables paiches (Arapaima gigas), un pequeño cocodrilo en guardia, dispuesto a emprender la huida ante cualquier nuevo intento de captura o evento que amenace su preciada libertad.

Frente a ese estanque había una jaula cubierta totalmente con tela sintética, en la cual saltaban vívidos un par de monos frailecillos, luego de su prolongada cuarentena. Cuando se percataron de nuestra presencia, vinieron hacia nosotros y nos hicieron notar su aflicción de estar encerrados con gemidos y movimientos frenéticos. Nos miraban fijamente y observaban inquietos nuestros bolsos imaginando quizás que contenía una papita frita, un pedazo de pan, caramelos, una bebida e, inclusive, un helado de cualquier sabor. ¿A quién no le vendría bien un helado ante tanto calor? Estos monitos no perdían la oportunidad para darse un gustito. Es por eso que sus jaulas estaban cubiertas; así los protegen de algunos visitantes que hacen caso omiso a las reglas señaladas y les dan todo tipo de comida; el mono está siempre dispuesto a romper con la dieta e interrumpir su tratamiento. Tan similar a sus primos, los humanos.

Unos pasos más allá estaban los estanques de los manatíes. En él se encontraban cerca de 7 individuos en diversas etapas de tratamiento. El guía nos invita a lavarnos las manos y, luego, a observar los estanques. En algunos de estos depósitos había varias charapitas o tortugas de río recién nacidas. Estos animalitos también nos miraban atentos y, ante cualquier, acercamiento excesivo saltaban al agua. Parece que al nacer, su impronta, esa primera impresión con la cual se fija la imagen de la madre, les dijo la verdad: estos sujetos que les ponen en una bandeja de vidrio y les toman como mascotas, no son sus madres. Así,  si te acercabas demasiado, las tortuguitas emprendían la fuga.

¿A quién se le ocurre matar y comer un manatí?

En el estanque mayor nos esperaban tres manatíes sanos y listos para su liberación, con los cuales interactuamos. El guía nos invitó a alimentarlos con su potaje favorito, una planta acuática, esponjosa y frágil que flota abundante por los ríos amazónicos, la huama. Así empezamos a interactuar con ellos, a comprobar y vivir su amistosa, dócil y tierna presencia.

Movías el agua y los manatíes venían hacía uno y asomaban la trompa suave, con algunos pelitos que se muestran como una muy rala barbilla. Su piel es impermeable, pero sedosa y blanda; si le dabas el dedo, lo succionaba como si fuera un bebé que confunde un pezón. Esto nos recordaba que los manatíes son mamíferos razón por la cual, su alimentación en sus primeros años de vida, es en base a abundante leche. De manera que su boca sólo está formada por músculos para succión y unos cuantos molares, que están muy al fondo, que les sirve para triturar la huama que come. Nosotros, los humanos, que sonreimos mostrando los dientes, parecemos -y de hecho que los somos-, más fieros que un manatí.

Los especímenes con los que interactuamos eran jóvenes aún pero ya pesaban más de 100 kilos. Con el pasar de los años llegan a 400 kilos aproximadamente pero, a pesar de esto, el manatí amazónico es la especie más pequeña comparado con especies que viven en otras partes del mundo. Si bien, su desarrollo trae consigo cambios, este animal nunca deja de ser manso, confiado y afable, lo cual es aprovechado por los cazadores quienes los capturan con extrema facilidad para utilizar su carne, su piel o para venderlos como mascotas. Este comportamiento ha puesto a la especie en peligro de extinción en todo el mundo.

De esta manera, el manatí, es sólo una de las tantas especies que son recuperados de personas o instituciones que los tienen como mascotas y que, al desconocer sus hábitos de conducta y alimenticios, los mantienen en condiciones precarias, desnutridos, enfermos y al borde de la muerte. En el recinto ubicado a minutuos de la ciudad de Iquitos, se albergan a otras especies rescatadas, las cuales son sanadas, nutridas y liberadas en su habitat natural.

El Proyecto CREA

La Fundación Iquitos, Centro de rescate Amazónico, es una institución que surgió de un esfuerzo mancomunado entre el Dallas Wolrd Aquarium, Gobierno Regional de Loreto, Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana y Acobia-DWAzoo, cuya finalidad es desarrollar programas de rescate, rehabilitación y liberación de especímenes de mamíferos acuáticos y fauna silvestre en peligro en Loreto. Además, desarrollan un programa de educación ambiental con el cual contribuyen a la conservación de dichas especies en sus ecosistemas.

La fundación informa que el manatí amazónico Trichechus inunguis, es una especie considerada en peligro de extinción, debido a la caza ilegal y degradación de su hábitat, sin embargo a pesar de que existen normas internacionales y nacionales que los protegen, este problema aún continúa, pues en muchos pueblos amazónicos todavía se consume su carne.

El problema se complica aún más con el comercio ilegal de crías, las cuales son vendidas como mascotas destinadas a acuicultores o albergues turísticos, donde el porcentaje de mortalidad es alto, señalan. Muchas crías de manatíes son capturadas vivas y comercializadas ilegalmente como mascotas pero, debido a que su cuidado es muy exigente, estas crías terminan muriendo.

La fundación informa que, en el año 2007 antes de que iniciara el proyecto de rescate, el grupo Acobia-DWAzoo registró 15 crías que habían muerto en cautividad; con el fin de detener esta problemática a finales de ese mismo año se inició el programa de rescate de manatíes. Desde entonces, se ha logrado el exitoso rescate y rehabilitación de más de 25 especímenes de manatíes.

El proyecto CREA se encuentra en el kilómetro 11 de la carretera Iquitos Nauta. En él también podrá encontrar varias maneras de apoyar la iniciativa entre las cuales está la opción de adquirir llaveros, peluches, polos y otros souvenirs relacionados con los manatíes.