No sólo nuestras mascotas más queridas, los perros, sufren por nuestra algarabía explosiva, también los gatos, palomas, murciélagos y, hasta las polillas voladoras, son las víctimas de nuestra manía pirotécnica.
Tampoco reparamos en los que sufren algún trastorno auditivo que les hace hipersensibles al sonido; la cosa es celebrar y, sea como fuere, desencadenamos explosiones y competimos en expectacularidad y volumen de ruido.
Otro dato interesante de nuestros festines desbocados es, que nuestras luces de navidad, por ejemplo, nos hacen consumir más del 30% de energía. En una investigación, en E.U., las luces de navidad con la que los estadounidenses cubren sus casas, consume más energía que lo que gastan algunos países en un año.
En, E.U., es común observar que la gente coloca luces brillantes en árboles, tejados y jardines, lo cual consume 6,63 millones de kilovatios por hora, según un artículos publicado por el Centro para el Desarrollo Global. Esto es más que el consumo anual nacional de electricidad de países como El Salvador, Etiopía y Tanzania.
Esos 6,63 millones de kilovatios por hora que consumen las luces de Navidad de Estados Unidos representa sólo el 0,2 por ciento de la energía que consumo cada año, y, comparativamente, esta cantidad de energía es igual a poner en funcionamiento 14 millones de refrigeradoras.
En países como el nuestro, la tendencia es a imitar el consumismo estadounidense. Así, cada día tendemos a consumir más energía, provocamos más ruido y nos olvidamos del otro.