El mítico cóndor andino, el ave voladora más grande del planeta, habita y anida en los Andes, desde Venezuela al Cabo de Hornos, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, entre los 400 y 4.500 metros de latitud, lucha por sobrevivir en las altas cumbres sudamericanas entre las torres de alta tensión y la persecución humana, que lo han colocado al borde de la extinción. El peligro que corre el Cóndor de que lo casen es muy real, debido a la costumbre religiosas (hay muchos mitos y leyendas de curación consumiendo la carne, ojos o estomago del cóndor) o comerciales (por su piel).
Además de ser el ave voladora más grande, es también una de las aves que vuela a mayores alturas, utilizando las corrientes térmicas ascendentes verticales de aire cálido pueden trepar con relativa facilidad los 7000 metros.
Escogen una pareja y permanecen con ésta de por vida. El ciclo reproductivo del cóndor, incluido el cortejo, apareamiento, incubación y levante del polluelo hasta su emancipación dura aproximadamente dos años.
El Cóndor ha sido amenazado por la cacería, deforestación (pérdida de su hábitat), contaminación del aire, agua y comida, y la severa reducción de su fuente de alimento (animales muertos). Las poblaciones de cóndor andino han sufrido en las últimas décadas un alarmante descenso a todo lo largo de la cordillera de los Andes. Se están llevando a cabo en la actualidad proyectos de repoblamiento en áreas históricamente habitadas por cóndores y de las cuales fueron extirpados en el s. XX. Se sabe que poblaban mayormente los andes del sur, quizás por su gran extensión sin tanta explotación humana. El planeta está en peligro de perder una especie de ave en peligro de extinción sin igual y la responsabilidad de esto y de salvarla es del Hombre.
El cóndor andino es un ave gregaria y carroñera, cuyo cuerpo mide entre 100 y 120 centímetros, aunque la envergadura de sus alas puede alcanzar los 3,5 metros. Estos animales pueden planear largas distancias en un solo día; en el caso de los cóndores del Colca vuelan hasta la costa peruana, a unos 200 kilómetros, sólo para devorar lobos marinos muertos y regresar a su morada al anochecer. Una impactante celebración peruana es conocida como “Yawar Fiesta” (Fiesta de Sangre), en la que atan un cóndor a un toro para dar paso a una lucha que finaliza con la muerte.